La cara del miedo

Revista Ritmo 963. Julio-Agosto 2022

Mobirise

La luna llena ilumina un baile a la orilla del mar. Los pliegues de coloridas faldas marcan con su vuelo el ritmo de la música: es un baile de mujeres. Dos de ellas (¿una joven novia, una esposa embarazada?) bailan con hombres, y otras tres (una mujer mayor, una muchacha y una niña) giran juntas y felices, cogidas de las manos. A la izquierda de la composición, una mujer baila sola. Es más grande que el resto de las figuras, y nos interpela con su mirada. En lo alto de la colina, una sombría fortaleza militar se yergue amenazante sobre el grupo. A medida que observamos, nos surgen más interrogantes, y la escena se vuelve misteriosa: es el lenguaje críptico y poderoso de la pintora portuguesa Paula Rego (1935-2022).

Nacida en Lisboa en plena dictadura de Salazar, sus padres, una pintora aficionada y un ingeniero antifascista, procuraron alejarla del ambiente represivo del Portugal del Estado Novo, y a los dieciséis años la enviaron a estudiar a Londres. Esto no impidió que, desde muy niña, la despierta Paula fuera testigo de la barbarie y los abusos del régimen totalitario y el colonialismo. La denuncia de la injusticia y las diversas caras de la dominación serán una constante en su obra, así como la presencia de Portugal, pese a que la mayoría de su carrera se desarrollará en Reino Unido. Formada en la prestigiosa Slade School of Fine Arts, donde el rico ambiente cultural londinense la inspira y enriquece, expone desde muy joven en galerías de Lisboa y Londres, y será la primera Artista Asociada Residente en la National Gallery, recibiendo a lo largo de su vida numerosos premios y honores internacionales. En 2009 se inaugura en Cascais un museo dedicado a su obra, la Casa das Histórias Paula Rego.

El nombre del museo fue elegido por la artista, y es que Rego es sobre todo una contadora de historias. Esta labor ha sido tradicionalmente ejercida por las mujeres, y son las mujeres las protagonistas de su pintura. Sus cuerpos, heridos o empoderados, sus deseos, sus fantasías, su dolor. Mujeres víctimas y a veces verdugos, pues, en su abrupto y mágico relato de la realidad, Paula Rego no hace concesiones. A primera vista, su pintura de figuras remite a Francis Bacon y sus trípticos desgarradores, a Lucien Freud y sus personajes inquietantes. A menudo ha sido comparada con ambos, y también con Goya, cuyo trabajo gráfico admiró sin ambages, y con quien probablemente tiene más puntos en común su personalidad artística. La atracción hacia lo onírico, la fascinación por lo monstruoso y los cuentos de hadas y brujas, y a la vez una voluntad insobornable de mostrar los horrores del mundo, la conectan con el maestro español, así como la comodidad y la riqueza expresiva que ambos artistas encontraron en la técnica del aguafuerte.

Paula Rego bebe en fuentes variadas y heterodoxas, desde la ilustración clásica o los dibujos animados hasta la literatura, el teatro, y, por supuesto, la música. Su familia poseía un palco en el Teatro San Carlos de Lisboa, y, desde pequeña, asistió a la ópera, a la que su padre era un gran aficionado. En 1983 realizó una serie de pinturas inspiradas en Aída, Carmen o La Bohème, donde sus criaturas fantásticas y los extraños animales que pueblan habitualmente sus obras representaban los argumentos en caóticas explosiones de color. También diseñó el vestuario para el ballet There and back again, y pintó la serie Avestruces bailarinas, basada en la película Fantasía de Walt Disney.

La pintura de Paula Rego jamás es fácil. La mayoría de sus obras nos producen incomodidad, porque ponen frente a nuestros ojos el lado más terrible de la realidad, pero también porque no tienen una explicación clara, un sentido unívoco. Dialogan con el espectador y lo desafían a desentrañar todos sus significados ocultos, sin responder con claridad ninguno de los interrogantes que plantean. A menudo son descarnadas denuncias de los abusos y las diversas formas de violencia, especialmente aquellas que se ejercen sobre las mujeres. Sus impresionantes pasteles sobre abortos ilegales (Sin título, 1998) influyeron decisivamente en la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en Portugal; el tríptico Carga humana es una potente denuncia del tráfico de mujeres y niñas; los espeluznantes aguafuertes sobre la mutilación genital femenina (Cosido y atado, Circuncisión, Novia de noche) golpean como puños.

El Museo Picasso de Málaga alberga, hasta el 21 de agosto, una gran exposición retrospectiva que ha resultado ser la última inaugurada en vida de la artista, ya que falleció el pasado 7 de junio. Es una oportunidad extraordinaria para acercarse a la obra de esta creadora difícil, imaginativa y deslumbrante que abarcó desde el collage al textil pasando por el dibujo y el pastel, técnica en la que brilló especialmente.

Paula Rego dijo en una ocasión que pintaba para ponerle cara al miedo. Venzámoslo para sumergirnos en su arte, bailemos junto a sus mujeres poderosas bajo la luna llena, aunque esa luz genere sombras a nuestros pies.

Imagen: Paula Rego, El baile, 1988. Tate Gallery, Londres.

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